Un grupo de policías entró de madrugada a la casa de una familia Qom, en Chaco. Hubo golpes, manoseos y torturas. No es un hecho aislado: es el odio, el racismo y la violencia de siempre.
La puerta se sacude y una persona intenta que el policía no pase. Otra de las mujeres filma y llora a la vez. La puerta cede:
-No nos hagan nada por favor -se escuchan los gritos del video que difundió Cítrica y que ya se hizo viral.
Fue el domingo a la madrugada en la casa de una familia Qom, en la localidad de Fontana, provincia de Chaco, donde viven varias comunidades originarias.
Una vez que entraron sin orden de allanamiento y a los golpes, el grupo de policías detuvo y trasladó a cinco personas, tres mujeres y dos varones.
“La agarraron del cabello a mi hija y la arrastraron y entre seis policías agarraron a mi hija y a mí. El oficial Antonio Fernández me pegó con la 9 milímetros en el rostro”, cuenta en otro video Elsa, la señora que vive en esa casa.
Después vino el alcohol puro: rociaron a las mujeres y amenazaron con que las iban a prender fuego si contaban algo de lo que había pasado.
“Tiraron balazos con posta de goma y de plomo”, dijeron desde la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia, que intervino como querellante en la causa.
En Chaco hay tres comunidades originarias: los Qom, Moqoit y Wichi, que viven en permanente tensión con las fuerzas de seguridad. La discriminación a estos pueblos tiene la misma raíz estructural que la persecución a los negros, marrones y pobres en otras ciudades. La matriz del racismo y el odio es el mismo: solo cambian los nombres de quienes reciben la violencia.
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